A Putin “no le importa nada” si ciudadanos rusos son condenados por injerencia en las elecciones de EEUU

El presidente de Rusia consideró “imposible” interferir en las elecciones estadounidenses e instó a Washington a enviar los correspondientes documentos a la Fiscalía rusa, aunque recordó que su país sólo puede procesar a aquellos individuos que hayan violado la ley rusa, informó la agencia de noticias EFE.

Vladimir Putin afirmó que le da “absolutamente igual” si ciudadanos de su país son condenados por el denominado Rusiagate, la trama por la supuesta injerencia rusa en las últimas presidenciales estadounidenses, a la vez que sugirió que quizás los implicados sean “ucranianos, tártaros o judíos”.
“Me da absolutamente igual. Ellos no representan los intereses del Estado ruso”, declaró Putin en una entrevista al canal estadounidense NBC, publicada por la web del Kremlin.
El presidente ruso reaccionó así a los cargos presentados contra 13 ciudadanos y tres grupos rusos por el fiscal especial a cargo de la trama rusa, Robert Mueller, a la vez que volvió a negar que él haya ordenado interferir en las elecciones estadounidenses en las que resultó electo Donald Trump.
“Puede ser que no sean rusos, puede que sean ucranianos, tártaros, judíos, simplemente con ciudadanía rusa. Y eso también hay que comprobarlo. Puede que tengan doble ciudadanía o permiso de residencia y puede que los norteamericanos les pagaran por ese trabajo”, objetó.
“No veo qué objetivos podríamos haber alcanzado con esa injerencia. No hay objetivos. Intentemos pensar cuál puede ser el objetivo. ¿Para qué? ¿Por la injerencia misma?”, insistió.
En ese sentido, se refirió a la reciente declaración en la que el presidente Trump aseguró que “si Rusia se hubiera planteado el objetivo de provocar el caos, lo hubiera conseguido”.
“Pero eso ocurrió no debido a nuestra interferencia, sino a vuestro sistema político, las luchas intestinas, las turbulencias y a las contradicciones. Rusia no tiene nada que ver con eso”, señaló.
El jefe del Kremlin calificó de “mentira podrida” haber decidido interferir en los comicios estadounidenses para castigar a la entonces candidata demócrata, Hillary Clinton, por haber apoyado las protestas de opositores rusos contra el fraude electoral de finales de 2011, cuando era secretaria de Estado.