Clásico punchi punchi

El DJ Hernán Cattáneo logró convertir anoche al Teatro Colón en un escenario mágico, en donde la incorporación del concepto “sinfónico” permitió a su público descubrir que es posible superar fronteras

Para cualquiera que sepa de qué se trata la música electrónica y particularmente la obra de este argentino que viene dando la vuelta al mundo hace rato, no es tarea sencilla reproducir con palabras experiencias que son particularmente vivenciales, generalmente en medio de un universo multitudinario y movido, donde otros sonidos se mezclan con los que surgen de las consolas e instrumentos.

Precisamente, para los exquisitos que aprecian más de cerca lo que Cattáneo propone en vivo, o en sus grabaciones, el ámbito espacial, arquitectónico, sonoro y también lumínico del Colón, permite “meterse” de llenó en esa particular sonoridad que, además en esta ocasión, sirve de homenaje a quienes lo inspiraron.

 

El DJ recorriendo los palcos del Colón antes del espectáculo. Foto: La Nación

 

Con Connected, Buenos Aires se transforma en la única ciudad de América Latina que logró dar su propia versión de la música electrónica que no es solamente auditiva, poniéndola frente a un camino que la conduce a ejemplos como los de Berlín, con una puesta en escena que nada tiene que envidiar a lugares como el Poble Nou de Barcelona en materia de instalaciones audiovisuales de esa magnitud.

En esa misma dirección musical que tomó, Cattaneo sube la apuesta, queriéndola fusionar con sonidos análogos, en los que también incursionaron artistas como David August junto a la Orquesta Sinfónica de Berlín, o Jeff Mills con la Montpellier Philarmonic Orchestra.

En esta presentación hubo numerosas acertadas intervenciones, como la de Nick Warren con sus bombos electrónicos, del guitarrista Esteban Battilana, responsable del proyecto Mercurio, de Zucker en el bajo, de Josefina Silveyra, pero en especial se destacaron las de Richard Coleman, que fuera vos y lider de Fricción y los 7 Delfines, esta vez con un cover de Enjoy the Silence, de Depeche Mode, y la voz de la soprano Oriana Favaro, en Closer, tema de Cattaneo & Suondexille.

En esta puesta, muchos de los aciertos en el ensamble sinfónico corresponden indudablemente a la batuta del maestro Gerardo Gardelin, un director de vasta experiencia en distintas formas de expresión en los escenarios, y mucho vínculo con lo artístico, por ejemplo en las memorables puestas de musicales como “Los productores”, “El joven Frankenstein”, “Chicago” y “Sugar” entre otros, aqui al frente 50 músicos.

 

Durante el concierto. Fuente: Clarín

 

La precisión en el ensamble de estos mundos, el del DJ, la electrónica y lo sinfónico, funcionó como un mecanismo de relojería, y permitió dar a la propuesta la suficiente altura que necesitaba en este ámbito, no necesariamente preparado, todavía, para este tipo de expresión musical que implica instalaciones de alto grado de complejidad en su expresión escénica, por la que Sergio Lacroix también merece un aplauso.

Dotado para las transiciones sutiles, con microsonidos, incluso convencer a sus seguidores de ver la música, Cattáneo consigue que cada melodía pueda hacer flotar al público, con armas genuinas, por sobre el afelpado tapiz rojo de las butacas y telones del Primer Coliseo, donde se escucharon y vieron con la ayuda de de una gran estructura metálica como fondo, la ingeniería de luces, y una pantalla que permitió dar tridimensionalidad a algunos homenajes para recordar, Moby (Porcelain), Massive Attack (Unfinished Sympathy), Frankie Knuckles (Whistle Song), Chemical Brothers (Golden Path).

Un Colón repleto como pocas veces, público demasiado variopinto y no necesariamente amante de la música electrónica por una cuestión etaria (no obstante el mismo Cattáneo ya superó los 50), sino porque esta de moda.

Quizás mayor entusiasmo tuvo en las bandejas superiores a los palcos, pero sin lugar a dudas el resultado es haber sorprendido al público de Buenos Aires con un espectáculo aquí novedoso, y que de esta forma abre la puerta a esta nueva idea de ensambles y puestas en escena en el futuro.

Una vez terminada esta función que, para muchos y en especial para los que pagaron los precios más altos de la platea (unos 250 dólares) fue demasiado corta, los asientos quedaron calientes para una segunda que seguramente volvió a sorprender.

Lo mismo ocurrirá, seguramente, con las dos restantes que tendrán lugar el lunes, y redundarán en cerca de diez mil testigos privilegiados de una música y de una forma de ponerla en un espacio que, aunque ya tenga su historia, para nosotros y de esta forma, recién comienza.

 

(Con información de Télam)