Unificio

Brisky pelea como un demonio, el tiempo no ha logrado envilecer sus devaneos, todo lo contario, ha conseguido que su mirada se ponga más afilada y punzante sobre una realidad que, al menos hasta ahora, no muestra signos de modificar sus estructuras mínimas.

Tuve el placer, este Domingo 2 de junio, de ir a ver UNIFICIO, que se verá por cinco Domingos más en el Sportivo Teatral en Thames 1426 a las 19 hs. Me parece necesario, aclarar que esta obra, vuelve a la carga luego de tres años de silencio. Esta apuesta teatral rayana en los límites del surrealismo, diseñada meticulosamente por el inoxidable Norman Brisky. Una obra escrita y dirigida por él. Con sus ochenta y algo, de tiempo de vida sobre este planeta, que cada vez se encuentra más enrarecido. Brisky tiene la potencia expresiva intacta.

Unificio, coquetea con cierta distopía que parte de una sociedad puesta en la lupa de la ficción y como tal está absolutamente libre de tomar elementos de la realidad y llevarlos a la hiperbolización más exquisita. El comienzo me confunde de manera premeditada con una puesta que roza los puntos estéticos de Terry Guilliam en Brazil. Sobre todo cuando estas tres mujeres parecen vivir en un futuro alienado y enloquecido, teniendo orgasmos con un ducto corredizo que segrega algún humo que provoca placer cuando se lo colocan en su vagina.

Ahí pone el acento sobre un mundo que ya no necesita el contacto físico para generar nada que tenga que ver con el deseo o el goce. Sujetos individuales que se autosatisfacen. Bajo la mirada briskiana, el futuro nos encontrará a todos empaquetados en un único edificio. Esto es otra hiperbolización que roza esa cotidianeidad desoladora de Brazil donde la muerte no se permite y los cuerpos están encerrados y controlados sin poder salir a un afuera que tampoco podemos imaginar.

Los cuerpos de las actrices transitan por nueve escenas que muestran la falta agobiante de libertad sujeta a un silencioso pacto en donde la seguridad que les promete el sistema se presenta como otra forma de esclavitud en la que, por supuesto, se maneja desde un control omnisciente sujeto a la infamia de la delación, entre otras barbaridades.

Cuadriláteros superpuestos sobre el piso marcan los límites del movimiento de las actrices, como si todo lo que surgiera parta de esa condición, de ese trazado, de esa síntesis escenográfica que pauta el espacio. Surgen en las escenas azoteas, ascensores, departamentos, todo. La libertad del Director es conmovedora.

El deseo está a la deriva. Briski ajeno a las salidas y eso es lo más trágico, porque no hay revolución posible. El hombre o su carne es una mercancía intercambiable. Una triste pero conocida profecía marxista. Entre escena y escena Brisky propone pequeñas construcciones metafóricas en las que su voz arriesga a emular cuestiones que caminan por la senda del Surrealismo más arriesgado.

En esta pieza hay una cantidad suficiente de citas e imágenes que, fuera de toda discusión se reconocen como diminutas construcciones poéticas memorables. Que suavemente nos acercan a la tragedia. David Viñas solía decir, con un tono fastuoso y contundente, como un Juez dando comienzo al castigo, que “la tragedia es morir frente a los Dioses”. El ser humano se aleja de sí mismo en un eterno devenir sin muchas alteraciones ontológicas. Jacques Derrida, llamaba a esta forma infernal y cíclica de volver sobre lo pisado por siempre, “el eterno retornógrafo”.

El infinito aparece en esos rectángulos. La iluminación aguda y precisa también forma parte del relato. El vestuario y maquillaje de Renata Schussheim, la diseñadora vuelca una artesanía con un ingenio para crear símbolos que es singular y solidaria con la narración. Las actrices: Coral Gabaglio, Carolina Molini y Eliana Wassermann ya saben, casi con una memoria epidérmica, mostrarse como un todo, llevando el timing entre lo cómico y lo atroz que se padece en vida por los laberintos de este UNIFICIO de ese mal sueño que se repite sin cesar. Son, por momentos, payasas, clowns, casi similares a los de Beckett, con esa mueca de risa atemporal sobre este escenario que discute entre el autoexterminio y la prolongación inconsciente de sus métodos de producción.