Por qué hablar de un “chip sexual” es caer en un mito

Se trata de un implante no electrónico cuya acción es liberar la hormona testosterona en personas cuya producción es baja; en qué casos se indica y cuál es su eficacia.

La semana pasada, Sergio Goycochea sorprendió cuando dijo, en una entrevista, que se había colocado un “chip sexual”, el “segundo”, según relató el ex arquero. “Mejora la calidad muscular, el ánimo y también la libido”, afirmó el actual conductor de televisión, muy contento.

Como Goycochea, otras personalidades, incluso en el extranjero, también dijeron haber hecho uso de esta opción. El tema, sin embargo, no está exento de caer en algunas inexactitudes y frases hechas con un fin más comercial que terapéutico (en la web se la asocia a un “rejuvenecimiento”).

En este sentido, la médica sexóloga, ginecóloga y educadora sexual Beatriz Literat explica que lo que Goycochea mencionó “no es ni chip, ni sexual”. “De lo que se trata es de la hormona testosterona contenida dentro de una capsulita o pastillita cuyo nombre en inglés es pellet. Y es exactamente un implante de un material biológico que a través de una pequeña incisión en la piel, con anestesia local, se introduce en el tejido celular subcutáneo, que es la parte grasa de la piel, y se deja allí por un tiempo determinado hasta que la carga hormonal que tiene se agota. Esto sucede aproximadamente de cuatro a seis meses, al cabo de lo cual la persona que lo tiene eventualmente debería implantarse otra vez y así sucesivamente. Por eso no es un chip”, aclara Literat, a cargo del Departamento Sexología y Disfunciones Sexuales de Halitus Instituto Médico.

La otra parte del “mito” es pensar al implante con un fin terapéutico únicamente sexual. La indicación está directamente relacionada con la baja producción de testosterona, algo que puede ocurrir en los hombres, con la llegada de la andropausia, y también en las mujeres, pero que en ambos casos tiene efectos que exceden al rendimiento o al deseo sexual. Entre los síntomas frecuentes en varones, Literat menciona la pérdida de masa muscular, el aumento del colesterol, la impotencia sexual o los problemas de fertilidad. “En la mujer la falta de testosterona da fatiga, trastornos en el sueño y, por supuesto, también trastornos en el área sexual”, indica, en diálogo con Diario Vivo.

“La testosterona, además de la hormona que nos da el deseo sexual, lo que hace es darnos la fuerza física. En los casos, por ejemplo, en que hay un problema sistemático en la persona, que acusa que está muy cansada, con pérdida de su masa muscular, con trastornos metabólicos, en ese caso sí estaría indicado este implante”, apunta la especialista.

“Realmente el resultado es como dice Goycochea: se recupera un poco el tono muscular, la fuerza, mejora el sueño y la agudeza visual, o sea, revierte los signos del envejecimiento. Ese es el efecto y por supuesto se recupera también el deseo, sin ninguna duda. Bajo control médico puede ser un excelente recurso terapéutico. Ahora, lo que no hay que pensar es que una persona simplemente porque le bajó la libido o porque quiere volver a tener el aspecto atlético que tenía 20 años atrás se va a colocar este implante porque no es para eso”, agrega Literat. De hecho, en la Argentina eso sería muy difícil que suceda, porque por el momento no es un tratamiento aprobado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT). “Los implantes que por ahí puedan colocarse en nuestro país pueden ser importados, pero si son argentinos no sabemos qué tienen adentro”, advierte.

Asimismo, y como sucede con cualquier medicamento, existe la posibilidad de que aparezcan efectos adversos, como la aparición de vello facial en mujeres, o de trastornos digestivos en ambos sexos. A estos, se suma el detalle -para nada secundario- que, después de un lapso de tiempo, el implante debe reemplazarse. “El problema es que una vez que se agotó el implante al cuerpo le resulta muy difícil comenzar a producir testosterona por sí mismo porque hay un mecanismo como de retroalimentación, porque el cuerpo produce la hormona, pero si le dan deja de producirla. O sea, no es una cosa simple”, sostiene Literat.

Ni simple ni mágico y bajo una indicación precisa, el implante puede ser una opción (por qué no) para engañar, aunque sea por un rato, el paso del tiempo. Aunque más que rejuvenecer, tal vez la idea sea mantener una calidad de vida, aún con el reloj de los años andando.

Por Nicolás de la Barrera