“Night will fall”, un anticipo del Bafici en Proa

El documental de André Singer explora cómo un equipo de cineastas -entre los que figuraba Alfred Hitchcock- registró los horrores que encontraron los aliados cuando liberaron los campos de concentración en la Alemania nazi.

“Night Will Fall”, un documental de André Singer que explora cómo un equipo de cineastas -entre los que figuraba el británico Alfred Hitchcock- registró los horrores que encontraron los aliados cuando liberaron los campos de concentración en la Alemania nazi, al final de la Segunda Guerra Mundial, será exhibido por única vez el sábado próximo en la Fundación Proa, en el marco del 19no. Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici).

La película, que se verá a las 16 en el auditorio ubicado en la avenida Pedro de Mendoza 1929 del barrio porteño de La Boca, narra la historia de la liberación de los campos de concentración nazis, a través de un material de archivo notable -que registra con objetividad y crudeza las más espantosas atrocidades- y del testimonio de los sobrevivientes y de soldados soviéticos, estadounidenses y británicos que los liberaron.

El largometraje muestra cómo un grupo de directores, que incluye a Sidney Bernstein, Richard Crossman y Alfred Hitchcock -una de cuyas recomendaciones a sus asistentes fue que filmaran largas tomas, sin cortes, para así impedir la manipulación de las imágenes-, se reunieron para realizar una película que brindará una evidencia veraz e ineludible de los crímenes horrendos que los aliados encontraron allí.

El de Singer es, entonces, un documental sobre otro documental, “German Concentration Camps Factual Survey”, un testimonio impresionante sobre los campos de exterminio, que muestra el horror del Holocausto del que fueron víctimas millones de personas durante el dominio de los nazis en Alemania entre 1933 y 1945.

Ese filme, que se encontraba inconcluso, es un testimonio impactante, crudo y demoledor, restaurado en 2014 por el Imperial War Museum de Londres, que reúne imágenes tomadas por distintos soldados y camarógrafos británicos, estadounidenses y soviéticos entre 1944 y 1945, después del desembarco aliado en Normandía y la retirada de los ejércitos nazis hacia Berlín.

Ese documental -que es comentado por el filme de Singer- fue realizado en aquella época por los aliados con la intención de mostrar las atrocidades del régimen nazi, exhibir frente a cámara a algunos de sus responsables, escuchar las declaraciones de los sobrevivientes y de sus victimarios y así, con todo eso, dejar un testimonio único e imborrable para las generaciones venideras.

La película muestra cómo millones de judíos alemanes y europeos, a los que se sumaron personas de diferentes naciones y etnias, fueron detenidos y transportados a más de 200 campos de concentración desperdigados por Alemania y otros países ocupados, donde fueron exterminados de la manera más horrorosa por la maquinaria de muerte ideada por Adolf Hitler.

A la espera de que les llegara su turno para las cámaras de gas y los crematorios, muchos otros murieron de hambre, frío o simplemente consumidos por el Tifus, salvo algunos sobrevivientes que tuvieron la suerte de ver llegar a los aliados, mientras permanecían agolpados de a cientos o miles en pequeñas cabañas, raquíticos, deshumanizados.

Este documento histórico, que genera espanto por la crudeza de las imágenes de muerte y humillación, comienza en el campo de concentración de Bergen-Belsen, donde los cadáveres de los que alguna vez habían sido personas y quedaron convertidos en piel y huesos, eran amontonados de a cientos a la intemperie, con una indiferencia atroz, como si simplemente se tratara de bolsas de basura.
Si la intención de los documentalistas era revelar al mundo las atrocidades de los nazis de manera cruda y sin sensacionalismos, lo cierto es que el filme entero es un enorme golpe a la sensibilidad y dignidad humanas, que plantea hasta qué punto una persona con poder sobre otra se puede convertir en una bestia insensible.

Sólo en Bergen-Belsen los aliados encontraron a más de 10.000 muertos, a los que obligaron a los propios nazis detenidos a cargar y enterrar en varias fosas comunes, y otros 15.000 moribundos, muchos de ellos enfermos de Tifus, a los que alimentaron, vistieron y dieron atención médica, intentando hacerles recuperar su humanidad.

El mismo panorama aterrador, o incluso mucho peor, mostraban otros campos de concentración construidos en Alemani, Francia y Polonia, como el de Auschwitz-Birkenau, uno de los centros de extermino más tristemente célebres debido a que allí los nazis asesinaron en las cámaras de gas a varios millones de personas.

Más allá del horror que producen las imágenes de cientos de cadáveres apilados o de los restos de algunas personas que fueron prendidas fuego cuando los nazis escapaban y quería borrar los rastros de su barbarie, lo que más aterra de la película es la compleja maquinaria de muerte ideada por Hitler y sus altos mandos.

No sólo pensaron el modo más económico y veloz de matar de a miles de personas por día y hacerlas cenizas en los crematorios, sino que se aprovecharon de sus pertenencias e incluso de sus restos humanos para hacer negocios, juntando en bolsas sus cabellos, quitándoles sus dentaduras o incluso haciendo jabón con sus huesos.

(Télam)