Fuego verde: el texto de escritoras argentinas por la ley de aborto legal

Autoras como Florencia Abbate, Cecilia Szperling y Claudia Piñeiro, entre otras, realizaron una obra colectiva sobre la lucha por la interrupción legal del embarazo.

El Senado de la Nación se prepara para debatir, mañana, el proyecto de legalización de la interrupción del embarazo y frente a lo que será un día histórico, un grupo de escritoras argentinas decidió expresar, en letras, todo lo que significa la lucha por el aborto.

Fiego verde es el título de la obra, que firman Florencia Abbate, Claudia Aboaf, Clara Anich, Agustina Bazterrica, Paula Daniela Bianchi, Pía Bouzas, Carolina Bruck, Paula Casal, Natalia Crespo, Lucía De Leone, Nora Domínguez, Gabriela Franco, Silvia Hopenhayn, María Inés Krimer, Alejandra Laurencich, Silvana López, Julia Magistratti, Romina Mastroberardino, Gloria Peirano, María Laura Pérez Gras, Claudia Piñeiro, Isabel Quintana, Dolores Reyes, Bibiana Ricciardi, Gabriela Saidon, Cecilia Szperling, Valentina Vidal y Natalia Zito.

A continuación, el texto completo, un híbrido entre la poesía y el manifiesto, que las autoras ahora publican:

Verde manzana, verde árbol, verde marea: esperanza de pañuelos conquistando derechos y libertad de acción.

Aborto legal, seguro y gratuito para que el deseo no sea un privilegio.

Verde que te quiero LIBRE, verde viento verdes ganas.

La ola verde remueve hipocresías, desigualdades, injusticias y pone dignidad donde hay oscura violencia sostenida. Como el latido profundo y vivo del mar, nos da el pulso para seguir luchando.

Tengo derecho a no ser madre. Tengo derecho a serlo. Tengo derecho a equivocarme. Tengo derecho de oponerme al azar. No soy un recipiente obligado a dar vida. No soy un útero. Soy.

Ni perchas, ni agujas, ni perejiles. Nada de excursiones a camillas de depiladora que huelen a humedad. No seremos clandestinas ni condesas sangrientas. Ya no.

La marea verde arrastra un recuerdo. Como no tengo enagua me dan una bata y me atan los pies. Siento que puedo morir y dejé sin planchar unas camisas.

Sangre sangre sangre. Todo se tiñe de rojo. cuerpos rotos. doncellas caídas. La condena se vive en el cuerpo. en el miedo a morir. en el anonimato de un médico con cara de loco. en la clandestinidad. Sangre en el silencio, en ocultarla, en un sueño profundo para no estar.

Será el aullido de un “oculta, nunca más”. Clandestina memoria desprendida de mi útero verde que abortó el secreto hoy. Que decidir siempre, que clandestina no.

El futuro está en dejar de hablar el idioma de los mandatos, alojar los cuerpos cuando encuentran su borde y hacer lugar a las diversas formas de responsabilidad. Abortar es una de ellas.

Tenías el corazón (de)morado, coagulado de abortos innombrables, culposos y dolosos. Devino marea verde deseo y ahora decís, gritás a los cuatro vientos porque legal habilita la palabra: cuerpos gestantes también somos cuerpos abortantes.

Un tejido tiene la fortaleza de la urdimbre de sus hebras. Así las voces y las manos que se levantan en esta trenza, melena, oleaje, puro calor, brasa fraterna. Fuego verde. Inextinguible.

Detrás de cada derecho ganado hay una lucha. Somos la reverberación de las que pusieron el cuerpo ayer, la cuerda que vibra constante por el presente y el sonido atronador del futuro. Somos el grito verde por el derecho a decidir.

Somos miles de puños alzados, vestidos de verde, en una marcha ancestral y nueva, sin botas ni palos, por las calles de todos los deseos, con la voz en alto y el rumbo de libertad.

Una violación es un poco de muerte anticipada

pero ella se levanta con lo que no murió,

con una palabra en su panza, que dice decisión.

Sáquenme lo que me puso el viejo adentro, imploró la nena, todavía dolorida por los forcejeos. Sáquenme lo que me puso el viejo adentro.

Hoy estamos todas juntas y la jaula se ha vuelto una bandada. El calor del aire nos abriga cuando el mundo nos golpea. Es nuestro propio calor, el batir de nuestras alas, el que hace del dolor este verde amanecer, de piel suave y corazón guerrero.

La inmovilidad dibuja en la panza despoblada un tapiz de arabescos con sangre. Si el mundo no negocia e insiste de costado, que sea rápido, me digo: vivar el fuego o largar veneno.

Como nadie nos regaló nada, entre hermanas luchamos durante décadas por una Ley verde que resguarde la vida de todas. En las calles nos encontramos para que se escuche nuestra voz: Aborto legal es vida. Y gritar y conquistar fue para tod@s nosotr@s una fiesta.

Tiembla el cielo y ruge el mar. Palpita verde la tierra el clamor. Quién puede detener el fervor. Nunca más nadie osará elevar el índice sin recordar el rayo.

No queremos más Nos para nosotrxs y lxs hermanxs del futuro. Sólo yo y la luna, que rige las mareas, guiamos mis menstruaciones.

La marea verde disuelve las máscaras y transforma en vida lo que discurre “clandestino”, secreto (clam) y escondido (celare); se empodera un cuerpo frente a la ley y al celare mentiroso de los rancios.

Hubo una vez en que luchamos sin fin. Querría escribir cada palabra guerrera en su plenitud, su respiración. Para que sea escuchado así:

Hubo/una/vez/en/que/luchamos/sin/fin.

Kürüf ligero, lamngen; waiwén kürüf, del sur, potente, verde. Que sea ley.