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Colin Farrell se Desintegra en Macao: El Estafador Adicto que Busca el Cero en Maldita Suerte
El actor se metió en el mundo del bacará y el glamour decadente de los casinos para Edward Berger. Crítica dividida: ¿Es una obra maestra visual de la autodestrucción o un bluff estético?
El 29 de octubre, Netflix libera una de las películas más intensas y divisivas del circuito de festivales recientes. Maldita suerte (The Ballad of a Small Player), la adaptación de la novela de Lawrence Osborne a cargo del director Edward Berger (Sin novedad en el frente), es un tour de force visual que se apoya en una cosa: la aniquilación total de Colin Farrell.
La película, que pasó por Telluride, Toronto y compitió por la Concha de Oro en San Sebastián, sumerge al espectador en el abismo de Lord Doyle (Farrell), un estafador británico y ludópata acorralado por deudas. Doyle se refugia en el lujo decadente de Macao, donde su vida se reduce a la triada infernal: juego, alcohol y la creciente presión de sus acreedores.
Frenesí, Bigote y Vómito: La Transformación de Farrell
La actuación de Colin Farrell ha sido calificada de extrema y agotadora. El actor se presentó con una caracterización que raya en lo pimp y lo patético: bigote, trajes chillones y un pañuelo al cuello que subraya su pose de dandy fallido. Su interpretación es un viaje por el sudor, el frenesí de la mesa de juego y el vómito, una búsqueda de la aniquilación no solo física, sino filosófica.
Farrell admitió haberse metido de lleno en el ambiente para el papel, participando en partidas reales de bacará y observando a los jugadores: “Por suerte no he sido adicto al juego… Encontré su vaivén interno en su egomanía, en su uso de los demás para su propio beneficio. Es un tipo despreciable,” declaró en San Sebastián. El actor explicó que el bacará es un juego puro de azar, sin bluffs ni caras de póker, lo que intensifica la sensación de rendición al destino que vive Doyle.
Macao como Personaje: Un Set de Neón y Ruina
Berger, quien ya demostró su destreza visual en Sin novedad en el frente, convierte la ciudad de Macao en un personaje tan importante como Doyle. Las imponentes torres, los neones cegadores y la opulencia irreal de los megacasinos se convierten en el marco dorado de la huida del protagonista. Berger no pierde detalle, fotografiando cada rincón, desde templos ocultos hasta los salones de juego más exclusivos, manteniendo la estética impecable lograda con su equipo habitual.
El cast de soporte incluye nombres sólidos como Fala Chen (Dao Ming, una empleada del casino que introduce una efímera calma) y Tilda Swinton (Cynthia Blithe, la implacable investigadora privada). La desaparición de Dao Ming es el detonante que empuja a Doyle a un deterioro terminal, mientras Blithe es la constante amenaza de la justicia que exige la devolución del dinero robado.
La Crítica Dividida: ¿Demasiados Géneros, Poco Empatía?
A pesar de la intensidad de Farrell y el despliegue técnico—con colaboradores ganadores del Oscar como el fotógrafo James Friend y el compositor Volker Bertelmann—la crítica ha señalado que la película es un puzle de géneros demasiado ambicioso. Oscila entre el thriller psicológico, la historia de fantasmas, el drama de adicciones y la comedia negra.
Esta multiplicidad de tonos ha generado cierta distancia, haciendo que la empatía con los personajes sea difícil. Incluso la presencia de una actriz del calibre de Tilda Swinton no logra solidificar el ancla emocional de la trama. Los críticos sugieren que Berger recurre a una estilización agresiva y a una sucesión de escenas desconectadas que terminan por debilitar el mensaje central.
El clímax, centrado en la gran apuesta final de Doyle, se siente, irónicamente, desprovisto de la tensión esperada, dejando al espectador indiferente ante el resultado de la partida. Como resumió una reseña demoledora: “Si Maldita suerte fuese una jugada al bacará, la suma de las cartas estaría lejos del nueve”. La película promete ser un festín visual y un escaparate actoral, pero el jurado aún está deliberando si logra redimir su narrativa.