Antártida rebelde

Adriana Lestido presenta dos trabajos, uno en texto y otro en fotografía, que exponen la experiencia del viaje que la encontró con aquello que deseaba, y lo que no

Adriana Lestido presenta dos trabajos, en texto y fotografía, que exponen la experiencia del viaje que tenía un objetivo, un contexto y un “objeto” de trabajo determinados. Pero nada salio como lo planeado, y de cómo eso, también se puede transformar en arte.

Lestido nació en Buenos Aires en 1955. Comenzó estudiando fotografía en 1979, en la Escuela de Arte y Técnicas Audiovisuales de Avellaneda y entre 1982 y 1995 trabajó como fotoperiodista para el diario La Voz, la Agencia Diarios y Noticias (DyN) y el diario Página 12.

La fotografía es para ella una herramienta que le permite comprender el misterio de las relaciones humanas. A partir de sus fotografías blanco y negro, las emociones básicas son las que le dan sentido a su trabajo, ya sea a través de las madres adolescentes, las mujeres presas, las relaciones de madres e hijas, o el amor desde paisajes abstractos y brumosos.

 

 

Con un rico y profundo recorrido, Lestido y Tusquets editaron el libro “Antártida negra. Los diarios” donde relata su viaje a ese territorio sorprendente para hacer una residencia que se convirtió en una experiencia iniciática.

En “Antártida negra. Los diarios” lo que comenzó de manera azarosa con la idea de una doble exploración, tanto en términos personales, como profesionales, se convirtió en dos libros (uno de fotografías, otro con sus textos) y una posibilidad distinta: la de probar con un nuevo lenguaje.

Es una conjunción que se completa con ambos ejemplares, una dualidad disciplinaria que se complementa mutuamente, dialogando fotografías y escritos, pudiendo escindirse casi como viajes, casi como el producto, de eso que se fue a buscar, y eso que se encontró, y una (¿dos?) maneras de explicarlo.

 

 

Ella registró su accidentado viaje a la Antártida en busca del blanco absoluto. El plan era instalarse en la hermosa Base Esperanza, pero una serie de imponderables logísticos y climáticos la obligaron a recalar en Base Decepción, una isla volcánica donde la nieve se derretía al tocar el piso, el paisaje era puramente negro y gris, y las prohibiciones e incomodidades hacían casi imposible su propósito original.

John Berguer ha escrito: “Lo que hace tu trabajo tan inusual y misterioso es la naturaleza de tu presencia en las fotos. Estás absolutamente ahí con aquello que estás fotografiando. Son como profecías de algo que ya ha sucedido, tu lente es una curiosa forma de telepatía.”

Luego de presentarse a la convocatoria para una residencia de artistas promovida entonces por el Instituto Antártico de la Argentina, ganó y comenzó la aventura. Sin embargo, en lugar de ese blanco imaginado para sus fotografías, la Antártida le ofrecería un paisaje completamente opuesto.

 

 

“Al llegar ocurre que te encontrás con un lugar que no era como habías pensado.
En el fondo creo que ahí es donde tenía que ir, a ese lugar. Al negro. Claro que fue decepcionante en principio (…) Fue fuerte llegar esperando ver blanco y ver negro. Como es una isla volcánica el calor derrite la nieve inmediatamente y la tierra es negra. Hay sólo algún que otro manchón blanco” comentó la artista en diálogo con Infobae.

Como si se tratara de una continuidad de aquello que experimentó durante su estadía en la Antártida, una vez de regreso apareció la idea de editar un libro con los registros que la fotógrafa llevaba en sus diarios.

Una conjunción de registros, documentales, pero también reflexivos, filosóficos. Algo que no se espero hasta que estuvo, y que no se quiso, hasta que uno lo abrazó. Un trabajo que expone l espera, la ansiedad y las expectativas, al servicio de una inesperada experiencia, que debemos estar preparados para aceptar y transformar.